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Messaggi Don Orione
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Autore: Flavio Peloso
Pubblicato in: Don Orione. Cronaca dell'Addio, Roma, 2016.

En un pequeño libro, la reconstrucción de los eventos conclusivos de la vida de Don Orione.

Don Orione durante la noche del 9 de febrero de 1940 sufrió un violento ataque de angina de pecho con sensación de sofoco. Don Camillo Bruno le llevó el “Viático” y después la “Unción de los enfermos”. Tras los socorros médicos inmediatos, sólo al día siguiente pudo ser declarado fuera de peligro. Se tomó la decisión de trasladarlo desde su fría habitación a la “sala del reloj”.

 

Prosiguen días de gran preocupación para sus repetidas crisis respiratorias y de angina de pecho. Los cohermanos y médicos se ponen de acuerdo en que lo más oportuno es un periodo de reposo en el suave clima de Sanremo. Pero, ¿cómo pedírselo?

 

Se encargan de ello el profesor Manai de Alessandria y el doctor Codevilla.

“He sabido que tienen dos casas en Sanremo. Es una Providencia, ¿sabe? Hay que ir a Sanremo para pasar allí alguna semana de convalescencia”.

“¡A Sanremo, no!”.

Viendo la sorpresa de los dos doctores a la rotunda negativa, Don Orione les explica: “Yo quiero estar entre los pobres”. Y después, haciéndose el reflexivo, pregunta:

“Perdónenme, es un sacerdote el que se lo pide y sean explícitos. Digan la verdad: ¿Estoy al fin de mis días?”.

“No, no, ¿por qué lo pregunta?”.

“Porque, si así fuese, yo quisiera irme también de esta habitación demasiado lojosa y morir en la pobreza. Yo soy un pobre hijo de campesinos, mi padre era empedrador de calles, toda mi familia era pobre… Yo aquí no debería estar”.

“¿Pero dónde quiere ir?”.

“Si es por salir de aquí yo quisiera ir a morir entre los pobres, al instituto de Borgonovo. Allí hay muchos muchachos sin nada, abandonados, recogidos por la Providencia. Quiero morir rodeado de esos hijos, en una casa que vive y practica la pobreza”.

El doctor Codevilla no contiene sus lágrimas y el profesor tiene los ojos acuosos.

Cuando se queda sólo con Don Bariani, Don Orione pregunta si Don Sterpi está al tanto de esa propuesta.

“Señor director, usted sabe que no se hace nada sin antes informar a Don Sterpi”.

Don Orione comprende. Porque someterse al parecer de Don Sterpi para él tiene el valor de una obediencia. La obediencia bien vale el sacrificio.

6 de marzo

Es la fiesta de San Marcial. Don Orione se levanta para celebrar la Misa, después va a la catedral a rezar sobre la urna del santo. Pide a quien le acompaña: “Vamos a saludar a la Virgen”. Y se hace acompañar al Santuario de la Virgen de la Guarda.

A mediodía está en la comida con los cohermanos; sobre la mesa, delante de él, le hacen ver la antigua estatua de la Virgen de la Divina Providencia, la del primer colegio de San Bernardino.

7 de marzo

En el Paterno de Tortona, Don Orione está listo para salir hacia Sanremo. Llama a José Zambarbieri y le hace poner en orden el registro de las Misas.

8 de marzo

Por la mañana, vistiéndose, comenta: “Pobre sotana mía, ya no aguanta más, igual que mi vida”.

Va a visitar al Obispo, sube una vez más las escaleras del episcopado, testigo de tantos afectos y proyectos en su vida.

Después se acerca a San Bernardino, reza en el Santuario, visita a los pequeños aspirantes, a los clérigos, a las Pequeñas Misioneras de la Caridad y a las Sacramentinas ciegas. Para todos hay un saludo y una buena palabra.

En la tarde temprana se ve con los once clérigos que en dos días recibirán el diaconado y les dice: ”Sintiéndo que las fuerzas van a menos y la vida se nos va, nosotros los ancianos podemos tener cierto consuelo mirándoles a ustedes a los que confiamos el Evangelio, la cruz, la estola, el altar y todo...”.

Después de la oración de la tarde, en la capilla de la Casa Madre, da las últimas “buenas noches”, paternas, fuertes, dulces y cordiales. Don Orione está conmovido y conmueve: “¡Mi vida está prendida de un hilo y todos los momentos pueden ser los últimos…!¡No quiero vivir ni morir entre palmeras, sino entre los pobres que son Jesucristo!”.

Casi como algo acordado nadie se mueve de sus bancos. Don Orione se arrodilla y apoya la cabeza sobre sus brazos cruzados y apoyados sobre la mesa del altar. Se siente un silencio lleno de conmoción. Varios lloran… Se pasan así algunos minutos. Después el canónigo Arturo Perduca sugiere a un clérigo que vaya a pedir al Director la bendición para todos.

Don Orione se levanta, recita un Ave María y con gesto amplio bendice diciendo: "Gratia, misericordia, pax, et benedictio Dei Omnipotentis: Patris et Filii et Spiritus Sancti descendat super me et super vos, et maneat semper nobiscum. Amen”.

Nada más llegar a su habitación, Don Orione pide, al contrario que otras veces, si Don Orlandi y sus ayudantes estaban en las Buenas Noches, haciéndonos pensar de este modo en su deseo de que la parte sustancial de estas palabras de despedida quedasen fijadas por escrito. ¡Y de qué modo han quedado escritas! Cada orionista de entonces y de hoy las tiene escritas en el corazón. Todo un testamento.

9 de marzo

Al alba Don Orione celebra la Misa en el Paterno. Después se acerca a Don Gatti:”Deseo hacer mi confesión”. Vuelve de nuevo a su habitación: cuando sale confía la llave al encargado.

Don Orione baja de la habitación. En el pasillo están apostados en dos filas los sacerdotes y los cérigos, todos conmovidos; él les sonríe a todos, acelera el paso visiblemente emocionado. Se monta en el automovil. En la estación, después el tren, la soledad. A su lado permanece el clérigo Modesto Schiro.

Villa Santa Clotilde, Sanremo: el lugar de reposo y entre las palmeras, se oye el mar que respira cercano.

Llegando a la Villa Santa Clotilde, la primera visita de Don Orione es a la capilla. Por una avería, la luz no funciona. Después se va a descansar.

Al despertar está sereno, casi jocoso. Pasa horas y horas en su mesa para terminar con la correspondencia. Cada poco Modesto lo ve que se interrumpe y susurrar: “Gesù, Gesù!...”. Se queda absorto en oración por un momento, después la pluma reemprende su camino y corre de nuevo.

10-11 de marzo

Don Orione sigue el horario de la comunidad, en la capilla y en la casa. Recibe algunas visitas. Reza y escribe mucho. Modesto Schiro cuenta las cartas que va a meter en el buzón de correos. Don Orione, después de su partida de Tortona, escribió una sesentina de cartas: el 9, día del viaje escribió quince; el día 10, 19; el día 11, unas 23 y el telegrama al Papa; el 12, día de la muerte, aún unas 4-5, pero escribió poco porque habló mucho con Don Umberto Terenzi y tuvo otras visitas.

11 de marzo

A las 14,30, llega a Sanremo Don Umberto Terenzi, por sugerencia del Padre Pío de Pietrelcina: encuentra a Don Orione muy alegre y cordial. Intercambian noticias.

Don Orione se retira a escribir hasta las 19 horas.

En la cena, habla de los acontecimientos graves de esos días, especialmente de Polonia. Después todos se van a dormir.

12 de marzo

  • Don Orione celebra la Misa, servida por Modesto. Don Terenzi, después de la Misa se acerca a la sacristía para celebrar a su vez y “viéndome sólo al vestirme - cuenta el cura romano - Don Orione me ayudó; después se puso de rodillas con las manos juntas, como un monaguillo bien compuesto, y se quedó allí para servirme en la Misa hasta el Evangelio; después condescendió y le dejó el puesto a Modesto”.
  • Las horas de la mañana van pasando y la pluma de Don Orione no se detiene.
  • A mediodía le llaman varias veces, pero no se preocupa de que la sopa se quede fría, les dice que no se preocupen por él y que coman tranquilos.
  • Apenas empezada la comida llega el canónigo Perduca con el clérigo argentino Merino, Don Orione va a saludarles y les lleva el vino y los vasos. Vuelve a la mesa y continúa la conversación con Don Terenzi: está muy vivaz y habla casi siempre él. Don Terenzi decidió irse a las 20,30 de Sanremo.
  • Son las 20 horas: Don Orione se ocupa de que Don Bariani acompañe a Don Terenzi a la estación, después le abraza: “¡Crezca en el amor a la Virgen y espárzalo por todas partes!”.
  • Don Orione vuelve a la escribanía: escribe a Don Zanocchi, después a un bienhechor al que dice:”Espero poder retomar pronto mi modesto trabajo para la juventud necesitada de fe y de un oficio que les dé el pan, y para nuestros queridos pobres...”.
  • Se va a su habitación y se dispone a decir sus oraciones. Suena el teléfono: es Achille Malcovati que, ignorante de las condiciones de salud en las que está Don Orione, le pide una enésima obra de caridad para recoger a una pobre mujer enferma. Don Orione, a una hora de su muerte, dice su último “si”.
  • 21,30 horas: Don Orione escribe todavía un poco. Modesto va a desearle las buenas noches y se retira dejando la puerta semiabierta.
  • 22,30 horas: Modesto oye como un lamento. Acude rápido. Don Orione está mal. Le suministra la coramina, después el oxígeno. Le hace resbalar sobre una poltrona y lo sostiene con el brazo derecho. El sudor frío cae de la frente reclinada de Don Orione que, sereno, a pesar de todo el sufrimieto físico, exclama con los ojos vueltos al cielo: “¡Gesù! ¡Gesù!... ¡Voy...!”. Reclina la cabeza: son las 22,45 del 12 de marzo de 1940.

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