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Messaggi Don Orione
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Pubblicato in: Traducido por Teofilo Calvo Perez. Original en Messaggi di Don Orione, n.109, 2002, p.77-87.

Don Orione, vestido como enfermero, dio los últimos sacramentos al honorable Alessandro Fortis, ya Primer Ministro del Gobierno Italiano y perteneciente de modo notorio a la masonería. El Archivo Don Orione nos permite restituir ahora los testimonios para reconstruir unos admirables sucesos humanos y espirituales.

Los Santos Sacramentos “in articulo mortis

al ministro Alessandro Fortis

 

Autor: FLAVIO PELOSO

Publicado en: I Sacramenti in articulo mortis ad Alessandro Fortis, “Messaggi di Don Orione”, 34/2002, n.109, p.77-87.

 

Ya despertó sensación la divulgación de los testimonios de Don Orione en relación a la conversión de “Carducci”, publicado en los Messaggi di Don Orione. ([1]) Ahora del Archivo Don Orione sale la reconstrucción de otra historia de salvación “in articulo mortis” relacionada con el honorable Alessandro Fortis, ([2]) hombre político de gran fama, muchas veces en los vértices del Gobierno Italiano hasta llegar a ser Primer Ministro, notoriamente inscrito en la masonería.

 

UNA PARÁBOLA DE VIDA BRILLANTE

Alessandro Fortis nace en Forlí el 16 de septiembre de 1842. ([3]) Tuvo una educación y una adolescencia tranquilas hasta el conformismo. Estudió en el colegio “Tolomei” de Siena, llevado por los escolapios, y continuó los estudios de filosofía en el “Apollinare” de Roma. En 1859, la juvenil rebelión por la represión papal del “moto de Perugia” lo condujo a una militancia culminada en arresto y que sucesivamente lo llevó al bando del Estado Pontificio. A completar el periplo ideal del Fortis contribuyó su traslado a Pisa, para frecuentar los cursos de jurisprudencia. Allí encontró un ambiente de grandes pasiones nacionales y se rodeó de amigos como S. Sonnino, C. Parenzo y otros exponentes de la nueva Italia.

Pasó a un compromiso activo en las organizaciones estudiantiles y después militó en las filas garibaldinas tomando parte en las campañas del Trentino (1866) y del Agro romano (1867). Se inscribió en el “Partido de Acción” volviéndose en poco tiempo un líder del movimiento republicano italiano. El asesinato del primo A. Cantoni en la batalla de Mentana (3.11.1867) lo empujó a un decidido anticlericalismo. El ingreso en la masonería le dio el sostén ideal y operativo a su orientación mazziniana y republicana.

Fue elegido diputado por Forlí en 1880 y, favorito del muy presente Consejo del Gran Oriente, cercano a las posiciones de Francesco Crispi, de quien llegó a ser uno de los colaboradores más cercanos. Formó parte desde 1886 del “Partido de Acción” llegando a ser en poco tiempo uno de los exponentes del movimiento republicano italiano. Fue primero subsecretario de Interior, y también Ministro de agricultura. Por un breve período, desde marzo de 1905 a febrero de 1906, sucedió a Giolitti como Cabeza de gobierno.

 

LA MUERTE Y LOS FUNERALES LAICOS

Al comienzo del verano de 1909, Alessandro Fortis fue golpeado por una septicemia uricémica; después de largos meses de sufrimiento murió en Roma, el 4 de diciembre de 1909, asistido por su única hija. María.

Los periódicos ofrecieron largos reportajes de los solemnes funerales del ilustre estadista, con algún que otro lamento por su muerte sin ninguna expresión de fe cristiana a pesar de su buen fondo y del gran respeto que siempre manifestó hacia la religión.

El “Giornale d'Italia” del 5 de diciembre de 1909, por ejemplo, refería que «En estos últimos tiempos siguiendo las noticias de la gravedad de la enfermedad del honorable Fortis, varios, entre los muchos amigos prelados del ilustre señor, le escribieron cartas afectuosas, llenas de premura y cortesía, sobre todo dirigidas a preparar su espíritu hacia una reconciliación con la Iglesia y para la administración de los sacramentos. El honorable Fortis a todas ellas ha mandado responder con igual cortesía, pero sin tocar el escabroso argumento”.

“L’Osservatore Romano”, también del 5 de diciembre de 1909, después de haber dado la noticia de la muerte del ex primer ministro y después de haber ofrecido grandes elogios por sus buenas dotes, también interiores, del ilustre político, ([4]) concluía: «Fue una de esas grandes figuras que, en cuanto a virtudes naturales, tienen más que suficiente. Hablando con unos y otros, de quienes le eran más cercanos, no se tenía como cristiano pero no despreciaba las religiones. Desgraciadamente y a pesar de testigos notables que le invitaban a morir confortado por la religión, ellos no le han dejado. Se sabe de un sacerdote – con quien en vida había tenido la ocasión de hablar por asuntos de confesión, a quien tenía en gran estima y con quien tenía gran amistad. Se había acercado a su habitación deseoso de visitarle; pero cortésmente se le dijo que debido a la gravedad no era posible hacerlo pasar a la habitación del enfermo. Que Dios haya estado misericordioso con Alessandro Fortis, en la hora suprema, tal y como ha estado larguísimo en dones naturales para su alma».

 

“ME DABA PENA VERLO MORIR ASÍ”

Al lamento por la “muerte no confortada por la religión” expresado por estos órganos de la prensa, merece la pena abrir una puerta y escuchar a una discreta, sincera y humilde persona, Anna Grillo, ([5]) devota servidora en casa de los Fortis.

            «El Ministro era bueno, gentil y caritativo con todos – refiere Anna Grillo -. Puedo decir que no se avergonzaba de decir que era cristiano. Permitía de buena gana que las personas del servicio fuésemos a la Misa los domingos. Más de una vez me dio un poco de dinero para dárselo a mi madre, diciéndome: “Dile a tu madre que rece por mí”. He estado una veintena de años en casa de los Fortis: Él era de Forlí y había querido una persona de Forlí a su servicio.

            Cuando el honorable se enfermó gravemente, me daba pena verlo morir así, y quería ponerme de acuerdo con el Doctor Enrico Zandotti, que era muy religioso, y era médico del Papa, pero había tantos ojos alrededor mío y de Pietro Bedei, no nos dejaban que le hablásemos de religión. Hubiese tenido problemas y me hubiesen gritado si lo hubiera intentado. Quien hacía la guardia era el Conde Saffi Rinaldo([6]), que debía ser ciertamente masón, porque más de una vez me dijo: “¡Qué tonta eres, Anna, de no comer carne los viernes!”.

El médico Zandotti era muy religioso y venía todos los días. Fortis, que había quedado viudo después de pocos años de matrimonio, tenía una amiga, hija de un almirante: también ella era una mujer sin religión. En la última enfermedad, le ponía bajo la almohada algunas imágenes, se las quitaban todas y él les dejaba hacer… Tampoco la hija, María, tenía ninguna intención de que su papá muriese como un buen cristiano.

A los funerales yo asistí desde la ventana, en la Plaza Grazioli había una sola cabeza. Los funerales los hicieron sin cura: antes de que partiese el carro fúnebre enviaron a uno para que quitase la cruz que había sobre el carro y le pusieron una capucha roja. El honorable había sido garibaldino republicano y había sido arrestado en Villa Ruffi, después se había vuelto realista: él y Aurelio Saffi eran los jefes. El pueblo que abarrotaba la plaza, viendo esta maniobra se puso a protestar con fuertes rumores y gritos».

 

MURIÓ “COMO CRISTIANO”

El deseo del periódico vaticano (“Que Dios haya estado misericordioso con Alessandro Fortis”) y la pena de la fiel Anna Grillo encontraron una respuesta, con una distancia de años, en una persona que reveló cómo el gran político murió “como cristiano”, confortado por los sacramentos de la gracia de Dios. Él mismo se hizo presente, vestido de enfermero para eludir a los compañeros de la logia que vigilaban ante cualquier eventual acercamiento religioso al enfermo. Aquel sacerdote es Don Luis Orione, el beato fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.

            Nos cuenta el hecho Don Luigi Orlandi, ([7]) en una memoria escrita suya y recogida de lo que había dicho a viva voz Don Orione.

«En la semana anterior de su ida a San Remo, ([8]) Don Orione me llamó a su habitación, cercana al reloj, en el Paterno, y quiso hablarme de la cristiana muerte de Carducci, que se confesó y tomó la comunión del Abad Chanoux. Entre otras cosas me dijo que, muy a menudo, se cree que los hombres de la política mueren lejos de la Iglesia y de los sacramentos, mientras que a menudo, en privado y de modo desconocido para el gran público, se han reconciliado con la Iglesia y con Dio.

            «Estaba muriendo – me contó - una eminente personalidad pública, que quería un sacerdote, para poner en orden su partida hacia Dios. Tenía como médicos de cabecera al célebre Prof. Ettore Marchiafava, hermano de la mujer del doctor Riccardo Moretti de Roma, ([9]) y al doctor Enrico Zandotti. Algunos sacerdotes habían tratado de subir las escaleras del palacio de la Plaza Grazioli, en Roma, pero fueron invitados a alejarse. Aquellos dos célebres doctores tenían un amigo sacerdote, que ustedes conocen muy bien, quien – sabiendo cómo habían ido las cosas con los otros sacerdotes que habían intentado acercarse al Ministro – se quitó la sotana y se endosó una bata blanca de enfermero, o de ayudante médico. Junto a aquellos célebres médicos, pasó inadvertido delante de aquellos "tres vigilantes", devotos del Arquitecto del universo, y con la autoridad que le venía de la compañía de las celebridades médicas, que lo presentaban como su enfermero de confianza, encargado de asistir al ilustre enfermo – aquel enfermero-cura trataba de tener alejados a los masones, que impedían que aquella alma, que deseaba ponerse en paz con Dios, pudiese hacerlo, alejando a los sacerdotes.

Aquel enfermero, un poco a la vez iba resucitando a aquella alma – mientras el cuerpo temblaba – con suma tranquilidad y gozo de la personalidad política. Y más de una vez, bajo la bata blanca llevó al político el fármaco de la inmortalidad y el antídoto de la muerte, como llamó a la Eucaristía S. Igancio Mártir. Aquel personaje murió después confortado y sereno. Cuando se hicieron los funerales se realizó una gran demostración masónica. Allí estaban los tres vigilantes y los grandes de la logia y se quiso aún quitar la cruz del carro fúnebre como un desafío al Vaticano. Un funeral sin cruz y sin cura… Pero el cura verdaderamente estuvo aunque bajo la bata blanca de enfermero, quien ahora repetía de corazón las palabras de la liturgia: “Non intres in iudicio cum famulo tuo, Domine, quia nullus apud Te iustificabitur homo. No entres en juicio contra tu siervo, oh Señor, porque el juicio de absolución ya lo ha dado tu ministro en tu nombre y fue un juicio de misericordia”. Y justo en el momento que parecía triunfar la impiedad, la fe se adjudicaba su más hermoso triunfo».

            Don Orione en 1909 era Vicario general de la diócesis de Mesina. Fortis se enfermó gravemente ya al inicio del verano de aquel año. El juego de fechas nos permite pensar que fue durante alguna de las últimas ausencias de Mesina para alguna de sus visitas a Roma cuando Don Orione fue protagonista de aquellos encuentros sacerdotales, revelados por él mismo sólo mucho tiempo después.

            «Le preguntamos a Don Orione – continúa Don Orlandi – cómo se llamaba el Ministro. Respondió: “En la plaza Grazioli, en Roma, hay una lápida en los muros con su nombre”.([10]) Estaba conmigo también Don Sparpaglione.

            El profesor Marchiafava y el Doctor Zandotti eran también médicos personales de Papa Pio X: a él le confiaron el ansia del ministro de poder tener un sacerdote, y le refirieron al Papa las tentativas fallidas que habían sufrido algunos sacerdotes, que habían tratado de acercarse a la habitación del ministro. Pío X había tenido ya muestras de la prudencia de Don Orione en varias ocasiones. Pio X dijo a los médicos de Fortis: “Les indicaré yo un cura que encontrará un modo de pasar”. ([11]) Y Don Orione, bromeando nos decía: “Pasé bajo los bigotes de aquellos señores, que montaban guardia arriba en las escaleras que daban al apartamento de la Plaza Grazioli»”. ([12])

El testimonio de Don Domingo Sparpaglione concuerda con el de Don Orlandi; sólo se añade un particular de más: “El profesor Zandotti, tras la petición del enfermo, introdujo con las ropas propias de un enfermero a un sacerdote que asistió y confortó con los últimos sacramentos a su excelencia el Ministro y si hubo una muerte cristiana, fue la suya”.([13])

 

TAMBIÉN FORTIS COMO CARDUCCI

Otro testimonio igual de confiable, Don Giuseppe Zambarbieri ([14]), refiere que habiendo querido saber la verdad en relación a la “conversión de Carducci” vino a saber también lo de los sacramentos in articulo mortis del honorable Fortis.

Zambarbieri, laico aún y joven secretario de confianza de Don Orione, se había dirigido explícitamente al Fundador a propósito de la famosa prédica que hizo sobre la nave "Conte grande", en ruta hacia Buenos Aires, en septiembre de 1934. ([15]) Había justificado la audacia de ese interés con el hecho de que era su hermano Don Ángelo (después obispo de Guastalla) ([16]) quien estaba fuertemente interesado. Apenas tuvo las deseadas noticias, escribió al hermano, con fecha 26 de enero de 1940. Reportamos la carta conservada en el Archivo Don Orione.

«No te he hecho saber ya nada sobre el asunto (la conversión de Carducci), no se me presentó la ocasión para preguntar a nuestro veneradísimo Padre. Cuando, he aquí que en el último número de la  "Rivista dei giovani" de Don Cojazzi, vuelve a propósito sobre el argumento y surge el nombre de Don Orione. He tomado la pelota al vuelo y, mostrándole el número de la revista, le he propuesto tus repetidas preguntas. Don Orione ha leído con interés; y después ha dicho: «Es verdad: Carducci volvió a la fe y se confesó. Esto ocurrió precisamente en Courmayeur». Y me ha contado que una noche en la que Carducci pasó en pie, paseando arriba y abajo en su habitación: una noche muy similar a aquella famosa del “Innominato”. Por la mañana se presentó al Abad Chanoux y se confesó.

Le he preguntado si hay pruebas de veracidad. Don Orione estuvo personalmente en Courmayeur para averiguar el hecho, ([17]) pienso que haya sido enviado en misión extraordinaria. Y obtuvo del Abad la confirmación. «Por el resto – agregó – existían dos cartas del Poeta, en las que está la prueba más confortante de su retorno: «Pero la persona que las posee – concluye Don Orione, a otra pregunta mía – no creo que las quiera por ahora publicar».

            Sobre la confesión de Carducci en el lecho de muerte, no es cierto lo que se escribe. ([18]) Don Orione, siempre en la famosa prédica sobre el "Conte Grande", después de haber evocado esta bella página sobre Carducci, añadió también la confesión de un insigne hombre de estado, ocurrida en Roma, gracias a las influencias del Doctor Enrico Zandotti. Era la única persona cristiana que podía acercarse al enfermo. Pues bueno, fue el célebre Dottor Zandotti quien metió a un sacerdote con las ropas de un enfermero al lado del enfermo, que se confesó. Es fácil ver cómo de dos episodios – confundidos – se haya hecho uno sólo”.

Hasta aquí la citada carta del 26 de enero de 1940 de Don Zambarbieri que, al consignarla algunos años después, añade: «Me parece que Don Orione me llegó a decir que no convenía hablar mucho del asunto ni hacer publicidad, porque quien tenía en mano las dos cartas de Carducci, vistas y leídas por el fundador, las podría destruir, precisamente por estar en línea con los principios liberales del propio poeta y por agradar a los masones». ([19])

            Siempre sobre el mismo argumento, los archivos nos dan otra preciosa confirmación. En enero de 1932, Don Orione quiso coronar el feliz acontecimiento de la inauguración del Santuario de la Virgen de la Guarda en Tortona,([20]) con una misión popular en esa ciudad. Para hablar a las señoritas y a las señoras, en el Colegio Dante Alighieri, llamó a una laica de gran capacidad y de admirable apostolado, la profesora Enrichetta Mombelli ([21]) de Casale, quien quedó impresionada con la conversación tenida por Don Orione. «A las señoritas, Don Orione mismo les hizo una demostración de cómo la confesión era acogida también por altas personalidades, de la ciencia, de la política diciendo entre otras cosas: "Cuando se pueda escribir alguna página sobre Carducci, se sabrá que antes de morir, se confesó; cuando se pueda escribir alguna página sobre la política italiana, se sabrá que el ministro Fortis (pieza gorda de la masonería), antes de morir, se confesó. A sus funerales, en medio de ese despliegue de labores y triángulos en el ataúd, por un momento estuve allí también, pero entonces era apropiado desaparecer y desaparecí”». ([22])

 

“ESTOY A LA PAR CON DIOS Y CON LOS HOMBRES”

A la luz de lo descubierto en las cartas del Archivo, toman nuevo y jugoso significado las palabras del honorable Fortis a su hija María, cuando ya gravemente enfermo, respondía negativamente a la acuciante carta de eclesiásticos amigos que le sugerían entrar en la “santa grey” al menos antes de la muerte. Como refería el “Giornale d'Italia” del 5 de diciembre de 1909: «Comentando una de aquellas cartas, el ilustre enfermo salió con estas palabras: “Estoy a la par con Dios y con los hombres. Tengo, hija, la conciencia tranquila. Muero tranquilo”. De hecho serenamente y tranquilamente se apagó aquella noble existencia».

En aquel momento, el honorable Alessandro Fortis tenía propiamente la “conciencia tranquila” por haberla ya confiado a la misericordia de Dios y por haber podido así “estar a la par con Dios y con los hombres”, no tanto por una orgullosa pretensión de justicia sino por la acción sacramental de la Gracia.

 


[1] A. BELANO, Josué Carducci: de la rebelión a la conversión, “Messaggi di Don Orione”, 30(1998) n.98, pp. 11-41. El argumento fue retomado y comentado por GIOVANNI MARCHI, La conversión de Carducci en los escritos de Don Orione, “L’Osservatore Romano”, 26.3.1999, p.3; A. ZACCURI, Carducci, masón o convertido, “Avvenire”, 12.1.1999; D. DEL RIO, La conversión de Carducci, “Famiglia cristiana, 1999, n.4, p.10; Idem, Carducci, una nota de “Innominato”, “La Stampa”, 11.1.1999, p.15; C. CALORI, Carducci se convirtió?, “Cultura oggi”, 1999 (julio-agosto), pp. 28-35; M. AMOROSI, Tenemos las pruebas: cantaba Satanás, pero después se convirtió, “Oggi”, 2000, n.13, pp. 63-67; C. PISONI,. No creyentes de raza, “Voce del Sud”, 2000, n.18; C. MARABINI, “Así Carducci reencontró la fe”, “La Nazione”, 18.8.1999, p.19; Para Josué Carducci conversión “enmascarada”, “Il Gazzettino”, 12.1.1999, p.19.

[2] El hecho fue reconstruido primera vez por G. VENTURELLI en Don Orione e la Piccola Opera della Divina Provvidenza. Documenti e testimonianze, vol. V (Roma, 1995), pp. 233-240.

[3] Diccionario biográfico de los Italianos, Instituto de la Enciclopedia Italiana, n.49, pp. 210-215.

[4] “Alessandro Fortis había surgido de buenas raíces, y su primera educación no fue de aquellas que empujan a aberraciones. Como adulto fue atrapado por ideales políticos, en los que la irreligiosidad era uno de los elementos de propaganda; pero él se mantenía alejado siempre en lo que pudo, del anticlericalismo pasado y mediado. No llegó nunca a odiar a nadie, por sus principios o acciones distintas y lejanas a las suyas; y las cargas públicas le acarrearon despechos y fastidios y de ellos salió siempre habiendo dado pruebas de interés y de sacrificio, pecuniario incluso. Jovial con todos, sintió fuertemente la amistad”.

[5] ADO, G. 15. III.

[6] María se había casado con Reinaldo Saffi, hijo de Aurelio Saffi, uno de los del triunvirato protagonista de 1849, de los muchos revolucionarios de Roma que obligaron a Pío IX a refugiarse en Gaeta.

[7] ADO, O. 8. I. Don Orlandi fue confidente en muchos casos del fundador y benemérito artífice de la recolección de memorias y documentación de la Pequeña Obra.

[8] Don Orione partió para Sanremo el 9 de marzo de 1940 y aquí morirá tres días después, el 12 de marzo.

[9] Ricardo Moretti, hijo de César y de Annina Marchiafava (era sobrino, por tanto, del Prof. Marchiafava) nació en Roma en 1886. Se había laureado en medicina, pero después se dedicó a estudios técnicos. Intuyó y realizó la posibilidad de pasar la telefonía sin cables. Personaje muy famoso en la escena civil italiana, fue un sincero amigo y bienhechor de Don Orione y de su Pequeña Obra; cfr. Ricardo Moretti, “La Piccola Opera della Divina Provvidenza”, 12(1961), pp. 115-118.

[10] El epígrafe de la lápida en la muralla del palacio de la Plaza Grazioli contiene las siguientes palabras: “Alessandro Fortis, forlivés, soldado con Garibaldi, diputado, ministro, jefe de gobierno, constante amigo de la libertad, fiero y elocuente defensor de los derechos nacionales, profeta de las sagradas reivindicaciones itálicas. Esta casa donde murió consigna el nombre de él y de cuantos honran las virtudes civiles. 1909”.

[11] Es verosímil que haya ocurrido en el momento, dado que Don Orione tenía amistad personal con Pío X, y al que acudía de vez en cuando para darle referencia de su quehacer en la difícil situación de Messina, después del terremoto de 1909.

[12] Don Orlandi, el 1 de octubre de 1943, quiso ir al palacio Saffi de la Plaza Grazioli para hablar con la hija de Fortis, la condesa María, y para tener noticias sobre la muerte del papá. Ésta le dijo: “No tengo argumentos para negar ni afirmar lo que usted dice. Es cierto que la masonería hace en ocasiones sus funerales un poco como demostración, eran aquellos tiempos”; ADO, O. 943. Fue la misma María Fortis Saffi quien dio a Don Orlandi la dirección de María Grillo, sirvienta de la casa en aquellos tiempos de la muerte del papá cuyo testimonio ha sido reportado aquí.

[13] Así en la biografía de Don Orione que en la primera edición de 1941 está junto a la abuela: Il beato Luigi Orione, IX edición, San Paolo, 1998, pp. 210-211.

[14] ADO, fondo Zambarbieri. Don Zambarbieri estuvo al lado de Don Orione en los últimos años de su vida, después se hizo religioso y sacerdote de gran sabiduría humana y espiritual. Fue superior general de la Congregación de 1963 a 1975; cfr. Ignazio Terzi, Don Giuseppe Zambarbieri. Un’integrazione carismatica, Barbati-Orione, Seregno 1993.

[15] En la nave estaba toda la delegación vaticana, capitaneada por el Legado pontificio, el Card. Eugenio Pacelli, que se personaba al Congreso Eucarístico internacional de Buenos Aires.

[16] Cfr. Serafino Cavazza, Angelo Zambarbieri, arciprete di Borzonasca, vescovo di Guastalla, Ed. Don Orione, Tortona, 1972.

[17] Sabemos que Don Orione, a finales de agosto de 1916, fue a visitar al Padre Giovanni Semeria a Courmayeur, donde se encontraba convaleciente. De Courmayeur, en los primeros de septiembre, pasó y se hospedó con los condes de Raggio, en Chamonix; cfr. A. Lanza en Don Orione negli anni del modernismo, Jaca Book, Milano, 2002, p.192. Probablemente fue esta o la siguiente visita a Cormayeur cuando Don Orione tuvo la manera de “averiguar el hecho”, hablando con el Abad Chanoux, de la conversión de Carducci. Del hecho más tarde lo refirió al obispo castrense Bartolomasi, presente en el “Conte Grande”: “En cuanto a Carducci, el hecho ocurrió en [Courmayeur] y el poeta estaba perfectamente. Pero él no se dirigió a los sacerdotes de [Courmayeur], sino, después de haber paseado toda la noche, disturbando incluso la quietud de quien lo hospedaba, y en la primera mañana subió al Pequeño S. Bernardo donde buscó al Abad [Chanoux] y con aquel hombre de gran fe y piedad y no menor ciencia, puso en orden las cosas de su alma”; autógrafo del 28.11.1937, in Scritti 67, 257.

[18] Había quien contaba que Don Orione hubiese confesado a Carducci en el lecho de muerte.

[19] En la referida carta a Mons. Bartolomasi, Don Orione le había escrito: “Como ya le dije, por ahora no me parece prudente hablar de esto, pero mientras tanto agradezcamos al Señor; espero que se pueda a su debido tiempo, publicar una o acaso dos cartas que, de modo irrefutable, demuestren la fe y la conversión del poeta, que no esperó al momento de la muerte, como no esperó a la muerte para desautorizar o para dar a ciertas poesías suyas unas interpretaciones menos sectarias”; Scritti 67, 257.

[20] Fue inaugurado el 29 de agosto de 1931.

[21] ADO, M. 4. Ib.

[22] Sobre la presencia de Don Orione en los funerales de Fortis, testimoniada por Mombelli, concuerda también el ya citado Don Orlandi. El estudio de las fechas del fundador en Messina y de sus desplazamientos no nos permite fijar una para ese hecho. Se han conservado dos cartas fechadas “Messina, 4 dicembre 1909” (Scritti 10, 256 e 35, 52) y después es necesario llegar al 13 de diciembre para encontrar otra fechada desde Messina (Scritti 2, 21). Podría por tanto ser que él, enterado de la muerte del honorable Fortis, haya podido hacer una de sus "escapadas" en tren, para acompañar con el último saludo cristiano a aquella alma a la que había contribuido a reencontrarse con el Señor.

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